miércoles, 13 de julio de 2011

Harry Potter, algo más que una saga.



A menudo, ocurre que cuando vemos una película nos envolvemos en ella, en su mundo, en sus personajes, en sus lugares, etcétera. Luego, cuando apartas la mirada de la pantalla, te das cuenta de lo "mágico" que era todo en ella y de lo "simplón" que se veía el resto, especialmente cuando eras niño. En ésa época, soñabas una y otra vez con que pertenecías a esa creación, dudabas de la falsedad de la escenas y ponías tu afán en marcha dibujando, hablando o imaginando cada instante que recordabas de ese sueño visible. Todo eso me ocurrió a mí cuando conocí por primera vez la primera película película de Harry Potter a la edad de 10 años. En mí no podía dejar de vivir ese mundo mágico: escobas que barrían solas, lugares descomunalmente bellos, personajes increíbles y situaciones fuera de lo común. Pasaron los años y a pesar de que crecí y maduré la magia no se agotaba.
Hace tan solo unas horas, terminé de ver en el cine la última película de la saga (que hizo llorar a la mayoría del público por las emocionantes escenas de drama y acción). Sin embargo, a pesar de que se terminó la historia y la escritora del libro decidió no publicar más sobre la saga, el mundo sigue ahí palpitando, dispuesto nuevamente a compartir su magia con nuestros hijos o con las próximas generaciones. ¿Qué bonito no? esto de los mundos... nos enseña a construir algo mejor par todos a través de su belleza.