jueves, 28 de octubre de 2010

Días distinguidos


Como hubiese sucedido en cualquier otro día de mi vida estudiantil, inicié mi jornada con el típico viaje a la universidad. El día había juntado lágrimas desde hace tiempo, era cosa de ver cómo llegué a las clases o como la gente desesperadamente buscaba refugio para darse cuenta del hecho. De un momento a otro, la escena del mal clima que azotaba la ciudad se volvía un poco obscena (típico de Concepción). Bueno, tras llegar a la sala y pasar dos horas entendiendo algunas propiedades del cálculo, decidí que lo mejor era volver al block para alcanzar a secarme antes de que fuese demasiado tarde y así no enfermarme. Hasta el momento el día no iba muy bien, pero digamos sirvió de utilidad para lo que me iba a ocurrir después...
Era el retorno... de mis ajustados bolsillos saqué ese módica cifra que preparo antes de subir a la micro. Llega el momento de subir y pagar. Nada fuera de lo común. En el trayecto sentía que las energías del día se estaban agotando mientras observaba el ambiente invernal fuera de la ventana. Ahh, se me olvidaba... en el momento en que llegué al paradero, un típico -pero no por eso menos llamativo- personaje disfrazado esperaba la oportunidad de exhibir su trabajo y gran dedicación (aquella tan humilde) puesta en su traje y maquillaje... Como era de esperar, el susodicho inició su ensayado soliloquio a pesar del notorio desinterés de las personas por su presencia. El típico: "Señora y caballero mi intención no es molestar..." comenzó a invadir el ambiente de la micro. A pesar de la gran cantidad de veces que lo he escuchado, tengo esa curiosidad de saber qué historias son capaces de inventar los chilenos con tal de conseguir el "aporte voluntario". La historia no salía de lo común. El hombre vestido de mimo-smokin terminó su exposición con un paseo por el pasillo de la micro en donde entregaba una redacción con faltas ortográficas pero con un sello inscrito (identificado con una vaga lectura) sobre superación y cristianismo. Me pareció bastante interesante, así que me predispuse a entregar una donación cuando el personaje pasara recogiéndola. Lamentablemente, no pude encontrar monedas para entregarle, a pesar de la intensa búsqueda que hice en mis pertenencias. Luego de darse cuenta de que no tenía sencillo a mano, el hombre me dió una palmada en el hombro y me dijo: "No importa hijo, no te preocupes." dejándome las hojas sobre el asiento. En ese momento me dí cuenta de que mi personalidad de ciudadano de gran urbe se desmoronó en tan solo un instante. Alguien decía la verdad. El mimo-smokin (un hombre de edad) ñe hacía honor a las líneas escritas sobre la hoja. Su misión no era atraer el dinero del pasajero sino la de entregar una enseñanza moral al triste e indeferente ciudadano común.
No me importó el estar mojado, el cansancio y el frío cuando comencé a pensar en lo que había pasado. Luego llegué a la casa y hablé con mi amada. El día estaba completo. Sin lugar a dudas, un día distinguido.

lunes, 11 de octubre de 2010

Oh sendero


Oh gran sendero,
si tan solo viese tu fin
para poder relajar mi mente
de su afán por conocerte.

Oh misterioso sendero,
si tan solo supiese que piedras evitar
para curar mis lastimados pies.

Oh sendero, a pesar de todo
déjame siquiera hablarte,
para así agradecerte
de lo feliz que me haz hecho.